La primera vez que se me brinda el honor de participar, formalmente, para festejar con la fuerza de la palabra, la historia y la memoria de Nuevo Casas Grandes, el aniversario de la Villahermosa, el 51 aniversario, aunque tenemos más de 25 años celebrando y escribiendo la historiografía de la Villahermosa.

Cynthia: permíteme ahora cortar un poquito la formalidad de esta ceremonia, para decirte y decirles que aquí a tres cuadras crecía el muchacho Miguel Ángel Escárcega Salinas(+), mientras su abuelo, el doctor Miguel, en ocasiones esporádicas, cuando visitaba a la familia, atendía y consultaba a sus amigos y vecinos del barrio.

Y permítanme también referirme a don Jesús Escárcega y su influencia no sólo en esta, sino en otras colonias, y cómo, don Jesús, encarcelado, descubrió el talento de aquel chavalo que angustiado y desesperado por sacarlo de la cárcel, encauzaría después su liderazgo social, desde la DEFENSA POPULAR, para la resolución de los problemas urbanos y la creación de una veintena de colonias…

Y luego que sus «chavalas», como les decía con gran cariño y sencillez, hayan tenido una participación política tan destacada, para que una de ellas se haya convertido en la primera alcaldesa de Nuevo Casas Grandes en un siglo de historia, en el Centenario del Municipio y 125 años de la ciudad…

Pues todo eso, Cynthia, nació aquí, por el callejón México 68, entre Morelos, 5 de febrero y 3 de junio… En la colonia Villahermosa.

Ahora sí. Dicen los expertos, los Manuales de Oratoria, que hay que empezar cada discurso con algo que verdaderamente llame la atención del público. 

Pues quiero empezar por el principio, por doña Delia Bencomo, quien hoy se encuentra delicada de salud, pero estable, cuando jovencita y quizá por diversión, envió su carta a la revista de confidencias, a un joven que radicaba en Sacramento y en Los Ángeles, California, en los Estados Unidos.

Aquel muchacho, oriundo de la ciudad de México, que se llamaba Juan José Salas Flores, no sólo recibió las cartas de Delia, sino que se enamoró de ella, y la enamoró, con su cortesía, con su caballerosidad y su advertida e intuída certeza de hombre cumplidor de su palabra. 

Esas cartas de amor, que doña Delia, a punto de cumplir 93 años, todavía guarda como su gran tesoro, aún conservan la gracia y hasta el perfume, la esencia de quien escribía, dibujaba cada palabra, y ponía el año, el mes, el día, y hasta la hora, sí, ¡la hora!, que le escribía a su amor, tres o más veces por semana. 

Por cartas se conocieron, por cartas se comprometieron, por cartas, Delia fue pedida y dada en matrimonio. 

Juan José se vino en carro desde Los Ángeles y llegó aquí, por la ruta de Villahumada, por atrás de la Laguna. 

Y desde lejos, desde que llegó, enamorado de Delia, ahora se enamoraba del Nuevo Casas Grandes de mediados del siglo XX, con la pujante industria maderera, la agricultura, la ganadería y la fruticultura. ¡Y el tren en su vertiginoso y trepidante movimiento!

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