En la partida de Rubén Villalpando, no sólo despedimos a un periodista de la vieja guardia, sino a un referente ético y político cuya vida encarnó la congruencia entre pensamiento, palabra y acción. Su trayectoria como corresponsal de La Jornada en Ciudad Juárez durante más de tres décadas fue mucho más que una labor informativa: fue una cruzada por la verdad, por la memoria, y por la dignidad de quienes han sido silenciados por el poder.
Villalpando no fue un espectador de la historia: fue protagonista. Preso político durante la Guerra Sucia, su compromiso con la justicia no se quebró ante la represión. Al contrario, se templó. Desde las trincheras del periodismo, denunció la violencia estructural, dio voz a las víctimas del feminicidio, narró el drama migrante y expuso las heridas abiertas de un país que aún lucha por reconciliarse con su pasado.
Su vida nos recuerda que la búsqueda de un México justo no es tarea de un día ni de una sola generación. Es una labor constante, que exige tenacidad, claridad moral y una profunda vocación de servicio. Villalpando entendió que la convivencia democrática no se construye con discursos huecos, sino con actos de valentía cotidiana: preguntar lo incómodo, publicar lo censurado, resistir lo injusto.
La justicia no es un triunfo fugaz, sino un sendero inacabado que exige disciplina diaria. Villalpando lo entendió y dedicó décadas a registrar abusos, interrogar narrativas oficiales y tender puentes entre víctimas y sociedad. Su trabajo nos recuerda que solo el esfuerzo sostenido cimbra los muros del silencio y construye cimientos duraderos para la convivencia.
Hoy, su ejemplo nos interpela. En cualquier actividad que emprendamos—sea en la academia, en la política, en el periodismo o en la vida comunitaria—Rubén Villalpando nos deja una brújula ética: la de no ceder ante la mentira, la de no claudicar ante el miedo, la de no olvidar que el país que soñamos se construye con verdad, con memoria y con justicia.
Que la vida de Rubén Villalpando nos inspire a llevar su antorcha: que la congruencia, la tenacidad y la constancia guíen cada acción nuestra en la construcción de un México más justo, solidario y libre de silencios impuestos.
Más allá de honrar su memoria, su legado nos reta a convertir esos valores en hábitos cotidianos. Solo así aseguraremos que su lucha no quede en un epitafio, sino que florezca en transformaciones concretas
Que su legado nos acompañe como modelo, como inspiración y como compromiso. Porque mientras haya quienes sigan su camino, Rubén Villalpando no ha muerto: sigue escribiendo, sigue luchando, sigue despertando conciencias.
Honor a quien honra la verdad
Ciudad Juárez, Chih. A 12 de octubre 2025
W.CAMPBELL

Por admin

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