Batalló más que funcionario honesto en licitación pública, pero finalmente una bola fue marcada “strae” (así como lo gritó el ampáyer con todo y acento internacional) y los indios de Juárez se llevaron el triunfo frente a los aguerridos Algodoneros de Delicias, que ya con puro orgullo seguían bateando como si se tratara de una causa perdida.
La serie se alargó hasta el séptimo juego, como si fueran telenovela de las largas, esas que nunca acaban y siempre regresan con capítulo extra. Y eso que Delicias ya estaba literalmente en la lona, pero se levantó como boxeador de barrio, ganó tres juegos al hilo y nos regaló drama digno de Netflix deportivo.
El Estadio Juárez se convirtió en romería política disfrazada de béisbol. Había más alcaldes que vendedores de cerveza: ahí andaba Jesús Valenciano, el de Delicias, saludando como si fuera mitin; y claro, no podía faltar Cruz Pérez Cuéllar, quien ya agarró la costumbre de andar en todos los eventos multitudinarios, porque nunca se sabe cuándo se ocupa una selfie con el pueblo bueno.
El resultado fue doble: los Indios le ganaron a los Algodoneros… y Cruz le ganó a Valenciano en el marcador político, pues mientras uno aplaudía desde la tribuna, el otro ya se veía repartiendo abrazos en el estadio.
Y como si esto fuera eliminatoria electoral, el próximo fin de semana la serie estelar será: Marco Bonilla con sus Dorados vs. Cruz Pérez Cuéllar con sus Indios de Juárez. Ahí sí que ni la porra cortesia